viernes, 24 de febrero de 2012

Hasta 1000 veces sonó.

"...No me digas que la conoces, si nunca la has visto llorar, nunca te enseña los brazos, nunca la has visto temblar. Era la chica del barrio alto, y para tí siempre será el enigma de un árbol caido en completa soledad..."


Hoy el despertador ha sonado con un gran estruendo, y es que ha sonado la alarma del 1000. Mil veces ha pasado, y ahora ya me puedo dar por derrotado, vencido, desahuciado...


Esta absurda mentira se ha convertido en realidad, lo cual lo hace aún más absurda, casi como este insomnio que golpea en la ventana.



Y créeme, no tengo nada contra la palabra amistad. Es una de esas palabras que las
personas codician darles forma, pero en mi caso, y en el tuyo (o sea, en el nuestro) es
demasiado cruel, casi tan cruel como la hermosura, porque nadie puede atraparla.
Para mí perdió todo su valor el día que me llamaste por primera vez amigos. Recuerdo
que pensé, sí, amiguitos, amiguitos para siempre. Y vestidos de rosa para que el cuadro
quede mejor.

Tampoco quiero encontrarle a todo explicación. Eso sería como entender tu nombre. No
ese nombre con el que te conocen todos, sino el nombre con el que te llamo solamente
yo, y suena tan alto que aunque a veces me pongo de puntillas sobre el silencio, todavía
no he conseguido escucharlo. Ese nombre que nunca más escucharé
. Al final, tan constante soy en el olvido que me he empeñado en no ser el que más siente.



Ese es nuestro camino, una travesía en la que nunca sé si decirte hola o adiós. Ese
minúsculo charco que alimentó la incertidumbre y murió en la certeza. Ojalá lo
hubiera alimentado tu saliva con las palabras que nunca has pronunciado y traducido a
otros lenguajes ilegibles. Ojalá se hubiera convertido, gota a gota, en una lluvia con
forma de escalera que me llevase hasta el cielo de tu boca. Ojalá hubiese sido sólido en
vez de líquido, en un perenne invierno ruso de hojas blancas. Porque no habría podido
amoldarme a cualquier lugar prestado, a cualquier situación sin cuerpo, a esta amistad
postiza que se cae sobre su propia sombra. O sombras, semejantes o no, porque te juro
que me acompañan dos sombras. Una la que ha sido. Otra la que no fue pero ha
existido.



Ya quedó todo rota esta línea de puntos suspensivos que termina en un punto y seguido, el de nuestra amistad, el de cada párrafo, renglón, frase, palabra, sílaba y letra que nos recluyó en un adverbio roto, siempre oculto por la noche.

Siempre tuyo, tu amigo que te quiso, y hoy empieza a no quererte.

"...Si la ves por ahí al pasar dile que él aún la recuerda, todavía busca a alguien como ella..."

Besos y Felices despertares.


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